La crisis de los
refugiados en que Europa lleva meses inmersa ha recordado al continente (y
quizá al conjunto de Occidente) que hay otro mundo ahí fuera, con problemas
diferentes de las trifulcas del primer mundo que ocupan la mayor parte de
informativos, diarios y tertulias, dentro y fuera de las ondas. El campo de la salud no es ajeno a esta división, como
demuestran las cifras de mortalidad asociada a diferentes tipos de enfermedades
en una y otra parte del planeta.
Sin embargo, la
prioridad sanitaria de este innegable primer mundo es la mejora de la salud de
sus habitantes, lo que lleva a la concentración de la inversión económica en
enfermedades que nos tocan mucho aquí, pero poco allá. Y al consecuente abandono
de las enfermedades endémicas del
tercer mundo. Pero no todo son malas noticias. Existen científicos e
iniciativas globales que luchan contra estas enfermedades.
Como cada año, el pasado
mes de octubre se entregó el Premio
Nobel de Fisiología o Medicina. Esta vez, no solo premió a diferentes
investigadores cuyos descubrimientos han sido clave para mejorar el tratamiento
de algunas de estas enfermedades, sino que permite llamar la atención sobre
otros aspectos de la investigación biomédica que se nos olvidan fácilmente.
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Fotografía de Streptomyces en cultivo (fuente). |
En 1972, Satoshi Ōmura, microbiólogo japonés, comenzó
a colaborar con los laboratorios de investigación de Merck Sharp and Dohme
(MSD) para encontrar compuestos antimicrobianos producidos por la
fermentación de otros microorganismos. De hecho, Ōmura trabajó con el género de
actinobacterias Streptomyces, el
mismo en el que se había descubierto en 1943 la estreptomicina, uno de los
antibióticos más importantes.
Tras superar las
dificultades técnicas del cultivo, Ōmura seleccionó los cincuenta cultivos más
prometedores entre varios miles, que fueron analizados en el laboratorio de
William C. Campbell en MSD. Allí, se descubrió que uno de los cultivos era
efectivamente un buen antibiótico. Campbell y sus colaboradores extrajeron la avermectina, el compuesto que le daba
esta acción, y la modificaron de manera química para que fuera más potente.
Años más tarde, propusieron su uso para tratar la oncocercosis o ceguera de los ríos, una de las
principales causas de ceguera. En el estudio clínico que siguió, quedó
demostrada la eficacia del fármaco contra esta enfermedad y contra la filariasis linfática, una de las causas
de elefantiasis.
Los
descubrimientos de Ōmura, Campbell y sus colaboradores, así como el hecho de
que MSD, gracias a la influencia de
uno de sus directores, produce y
distribuye el fármaco gratuitamente
entre quienes lo necesitan, han permitido que estemos en el buen camino para
erradicar estas dos enfermedades antes de diez años. Un camino que, sin duda, debería
ser el recorrido para todas las enfermedades.
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De iquierda a derecha, los tres ganadores del Nobel de Medicina 2015: Campbell, Ōmura y Tu. Fuente: CNN. |
El Nobel en
medicina de este año está compartido por Ōmura (1/4), Campbell (1/4) y Youyou Tu (1/2), investigadora china
que descubrió la artemisinina y sus
derivados semisintéticos, que son el tratamiento actualmente estándar contra el
tipo más mortífero de malaria. El
proceso científico que llevó al descubrimiento de estos fármacos fue parecido
al de Ōmura y Campbell: Tu buscó compuestos que actuasen contra el parásito de
la malaria en preparados complejos que se sospechaba que podían contenerlos. En
este caso, recurrió a más de 500 recetas
de medicina tradicional china contra la fiebre, lo que le permitió
descubrir las propiedades antimaláricas del extracto de una planta nativa de la
región, el ajenjo dulce o chino (Artemisia
annua), y de uno de sus compuestos en particular, al que llamaron
artemisinina.
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Imagen de la campaña reciente #SinCiencia no hay futuro (fuente). |
Se calcula que la
artemisinina, la avermectina, y sus derivados, han salvado millones de vidas desde sus descubrimientos. Este premio
subraya varias enseñanzas. En primer lugar: desconocemos una cantidad ingente de
cosas que quizá nos podrían ayudar a salvar las vidas que amenazan cientos de
enfermedades sin tratamiento. Con más de cinco millones de especies vivas por
descubrir, el número de posibles fármacos que la naturaleza ya produce, sin
nuestro conocimiento, se intuye enorme. Esta es una de las razones que hacen
necesaria la investigación básica. Y
no solo habla de conocimiento, sino de potencial
económico.
En segundo lugar,
podemos extraer una conclusión más técnica. A pesar del auge reciente del
diseño racional de fármacos, este premio señala que el proceso de descubrimiento
tradicional, a partir de la observación
estocástica de efectos farmacológicos de productos naturales, y la
extracción y mejora de los compuestos químicos responsables, es aún una
alternativa prometedora. De hecho, el cribado fenotípico de grandes librerías
de compuestos es una de las tecnologías de
moda en el desarrollo de nuevos fármacos.
Por último, el
premio a Youyou Tu no solo es el primer
Nobel concedido a un investigador chino, sino que la investigación de Tu se
ha desarrollado enteramente dentro de
las fronteras chinas. Con el cambio de siglo, es probable que la
investigación desarrollada fuera de los grandes polos tecnológicos de Estados
Unidos, Europa y Japón nos dé más sorpresas.
En definitiva: a
Tu, Ōmura, y Campbell, este Nobel les reconoce su labor efectiva contra
enfermedades, endémicas del tercer mundo, que provocan grandísimas pérdidas
humanas y materiales. A nosotros, como miembros de la población más
privilegiada del mundo, nos recuerda que tenemos
la obligación moral de luchar no solo contra las enfermedades que nos afectan a
nosotros, sino contra todas ellas, y que vencer en esta lucha es posible. Por
ello somos científicos.
Sigue leyendo:
- Andersson, J., et al. (2015). Scientific Background: Avermectin and Artemisinin - Revolutionary
Therapies against Parasitic Diseases. Nobelförsamlingen - The Nobel Assembly
at Karolinska Institutet.
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