Cómo escribir literatura científica sistemáticamente aburrida?

Éste es el título de un artículo escrito por el científico danés Kaj Sand-Jensen. El artículo, muy recomendable para todos aquellos que vayan a iniciar su andadura en el mundo de la literatura científica, es en realidad un decálogo irónico de las prácticas habituales que hacen que la literatura científica sea, en pocas palabras, un tostón.

En esta entrada del blog voy a repasar el decálogo descrito por Sand-Jensen ya que realmente no tiene desperdicio y, por desgracia, salvando las exageraciones irónicas, se cumple a rajatabla en la gran mayoría de publicaciones “serias” en el mundo de la ciencia.

1. Evitad centraros en nada concreto

“Presentar múltiples preguntas, ideas y relaciones evitando formular hipótesis claras y concretas es una táctica evasiva muy inteligente”. El objetivo de esta táctica sería, en pocas palabras, “decir mucho sin decir nada” y, en palabras del autor, “conseguir ocultar la falta de ideas originales del autor”. En la práctica esto puede llegar al extremo de exponer las ideas principales al final de un largo párrafo o de dar la misma importancia relativa a las ideas principales que a las ideas más secundarias o irrelevantes.

Es muy frecuente que al intentar interesarte por un tema científico, si decides buscar información a través de Pubmed (en caso de ciencias de la vida), puedas tener que leerte muchos artículos para lograr hacerte una idea general del tema. Por norma general, cuando alguien intenta aprender sobre algo en ciencia y no quiere recurrir a Google o Wikipedia, lo más recomendable son los libros de texto o las revisiones (reviews) que se pueden encontrar en Pubmed. Los libros de texto universitarios ya están escritos de forma didáctica para permitir a los alumnos adentrarse en el tema sin perder rigor. Las revisiones se acercan más al estilo de los artículos pero al menos van directos al “quid de la cuestión”. Además, tanto libros como revisiones referencian todo su contenido para que en caso de querer profundizar o saber cómo se han alcanzado esos conocimientos, se pueda llegar a su origen, generalmente un artículo. Pero al leer un artículo queda patente el cumplimiento de esta norma: mucha explicación que en algunos casos termina aburriendo antes que podamos sacar la idea principal que quiere transmitir el autor.

2. Evitad la originalidad y la personalidad

“Publicar experimentos y observaciones que se han hecho 100 veces antes es realmente adormecedor, especialmente cuando no se está probando ninguna idea original”. El autor abunda en que además se debe intentar ocultar cualquier información sobre cambios en el método experimental que puedan hacer que esta repetición tenga algún interés y que se deben evitar aportaciones personales sobre estos estudios que han podido llevarse unos cuantos años de la juventud del autor. “Esto además de aburrido es triste”, apuntilla.

Quizás la exageración irónica que utiliza el autor en esta norma va muy lejos y si un artículo presenta variaciones en un estudio ya realizado anteriormente suelen incluir todo los detalles sobre los cambios realizados y, en caso de haberlas, las aportaciones que pueda entrañar el nuevo estudio. En cualquier caso no es extraño encontrar decenas de artículos con títulos que te hacen pensar que no hay grandes diferencias entre ellos; lo más habitual es ver el típico avance en el tiempo con la coletilla “… en moscas” seguida por un “… en ratones” y así siguiendo con ratas, conejillos de indias, titís y, con suerte, humanos del mismo experimento o hallazgo. Obviamente es muy interesante ver si realmente lo observado en una especie filogenéticamente alejada de los humanos se sigue cumpliendo a medida que nos aceramos a nuestra especie, pero resulta tremendamente aburrido leer la enésima iteración del mismo experimento en distintas especies.

3. Presentad aportaciones l a r g a s

“Se debe insistir en la idea que las grandes aportaciones a la ciencia no pueden explicarse en pocas palabras”. Además el autor aporta una cita muy curiosa: “una tesis doctoral son 300 páginas informando de algo importante y bien razonado o 600 páginas”. No debéis dejaros influir por los artículos publicados por ganadores de Premios Nóbel como Watson y Crick (1 página para describir la doble hélice del ADN).

Felicidades, ya eres capaz de escribir artículos técnicos, impersonales y aburridos al igual que yo y estos caballeros de aquí. Bienvenido a la Academia. Dibujo de Sverre Stein Nielsen


Está claro que no todo se puede explicar en apenas una página como hicieron Watson y Crick, pero cuando ves que un artículo tiene 16 páginas ya sabes que tienes que estar muy despierto para emprender la hazaña de intentar leerlo. La longitud de un artículo difícilmente es proporcional a la cantidad de “información útil” que aporta, y aunque diferentes lectores buscarán distintos tipos de información, hay verdaderos casos de “textos somníferos”.

4. Eliminad toda especulación y la mayoría de las implicaciones

“Debe descartarse toda especulación agradable sobre posibles relaciones y mecanismos y la presentación de paralelismos con disciplinas cercanas.” Como ejemplo de las horribles consecuencias que ha traído en el pasado no seguir esta práctica, el autor cita parte de la discusión del artículo de Watson y Crick sobre su modelo propuesto de doble hélice del ADN, donde estos científicos se atrevieron a proponer un posible mecanismo de copia de cadenas a partir del hecho que estas estuvieran emparejadas. Según el autor, seguir a rajatabla esta norma permite la existencia de “redescubrimientos”, reprimir el proceso de pensamiento creativo o abrir nuevas vías de investigación y, por lo tanto, asegurar que el área de investigación queda restringida al autor mientras que sus artículos mantienen el adecuado tono aburrido.

Si bien es cierto que generalmente en la discusión de los artículos suele haber bastante búsqueda de implicaciones, no es raro que los revisores hagan que el autor reprima un poco el nivel de especulación sobre los resultados obtenidos, y aunque en general es algo que se hace para evitar  que se “construyan castillos en el aire”, sí es cierto que esto acaba llevando a que a veces al leer un artículo te quede una sensación de “cliffhanger” (el típico final de película o serie que queda en suspense), ya que no puedes evitar pensar en implicaciones posibles que aparentemente al autor o no se le han ocurrido o ha evitado poner por escrito. Si además llevas poco tiempo en esto de la ciencia puedes llegar a pensar que quizás tu razonamiento no se sustenta (si tú novato has pensado eso pero alguien que ha escrito tropecientos artículos sobre el tema ni siquiera lo menciona quizás has dejado volar demasiado la inventiva).

5. Descartad las ilustraciones, especialmente las buenas

“La comprensión visual inmediata debe evitarse descartando el uso de ilustraciones”. Las ilustraciones no sólo son interesantes sino que además permiten explicar de forma muy simple ideas muy complejas. La escritura científica aburrida no debe utilizarlas.

Por suerte, es cada vez menos frecuente encontrar un artículo largo sin imágenes, pero a veces sí que estás leyendo unos resultados o una discusión y echas en falta una buena ilustración que resuma en un vistazo lo que se explica en un larguísimo párrafo. Tampoco es raro encontrarse con figuras poco inspiradas o a las que les falta ese algo para que transmitan todo lo que deberían. Una figura o tabla debería ser siempre autoexplicativa (junto a su pie de figura/tabla).

6. Omitid pasos de razonamiento necesarios

“Se deben omitir las frases necesarias para desplegar los pasos de razonamiento necesarios para entender la lógica de los argumentos de los escritos científicos”. Así, según el autor, se logra que el contenido de estos escritos sea entendido sólo por una elite de estudiantes mientras que la mayoría de lectores se perderán.

Ésta es posiblemente la norma más exagerada del decálogo. No niego que en ocasiones cueste seguir el razonamiento de ciertos autores, pero la mayoría de revistas se aseguran de que esto no ocurra a través de la revisión de pares.

7. Utilizad muchas abreviaciones y palabras técnicas

“Utilizar todo el catálogo de abreviaciones, palabras técnicas y acrónimos que forman la ‘lengua secreta’ de una disciplina científica especializada ensalzan la sabiduría aparente del autor mientras oculta cualquier posible falta de entendimiento”. El autor justifica esta norma diciendo que si nosotros los autores tuvimos que sufrir este obstáculo durante nuestro aprendizaje, qué menos que también se lo hagamos sufrir a los nuevos estudiantes. Además es la manera de asegurarnos que nuestros estudios sean inaccesibles a personas ajenas a nuestra disciplina.

De nuevo la ironía y el humor del autor parecen exagerados, pero en este caso no demasiado alejado de la realidad. Cualquier disciplina científica tiene decenas o centenares de siglas, palabras técnicas o acrónimos que al leer un artículo obligan a buscar su primera aparición en el texto para saber de qué están hablando y obligan a realizar un ejercicio de memoria para recordar en todo momento que significan esas siglas o términos o destinar más tiempo del que esperabas en buscar información adicional que permita entender lo que dicen. Ésta es, sin duda, la norma que más se cumple y que más difícil parece de evitar.

8. Suprimid el humor y el lenguaje floreado

“La escritura científica debe mantenerse rigurosa, seria y reputable”. Nada de utilizar nombres curiosos como Calponia harrisonfordi como nombre científico de una araña, o hERG (human Ether-à-go-go Related Gene) o SHH (Sonic the HedgeHog) para describir genes o proteínas.

Quizás ésta sea la segunda norma más seguida del decálogo. Aunque de vez en cuando encuentras algún artículo que te saca una sonrisa, es bastante infrecuente que los autores hagan el más mínimo esfuerzo en hacer su escritura agradable al lector. Es cierto que la escritura científica debe ser rigurosa pero de tanto en tanto se agradece que algo alegre nuestros embutidos cerebros tras horas de leer sosos artículos científicos.

9. Degradad las especies y la biología a simples elementos estadísticos

“La escritura científica sobre biología debería reducir todas las especies a números y valores estadísticos sin considerar aspectos como adaptación, comportamiento o evolución”. No sea que profundizando en esos aspectos se demostrara la futilidad de un estudio o, aún peor, se acabara obteniendo un artículo entretenido y de fácil lectura.

Quizás esto sea más notorio en estudios de ecología, psicología… pero en ocasiones el simple hecho que un estudio incorpore animales de experimentación ya hace que, según como se discutan después los resultados, parezca que se está dejando a un lado estos aspectos clave de la biología. Como si aventurar posibles relaciones filogenéticas, o comparar comportamientos o formas de adaptación entre especies fuera algo “más allá del objetivo del estudio”, cuando resulta de lo más absurdo pensar en un modelo animal de forma aislada… dudo que la mayoría de estudios hechos en ratón tengan como objetivo saber “cómo funciona un ratón”.

10. Citad múltiples artículos para afirmaciones evidentes

“Cuando todo lo demás falle, si vuestro artículo sigue teniendo mucho sentido, siendo fácil de leer y mostrando conocimiento y entusiasmo, el último consejo para mantener el adecuado tono aburrido es asegurarse de que cualquier afirmación (incluso las más triviales) está referenciada con una o más citas”. El autor describe como información interesante y clara puede terminar perdida en una maraña de citaciones consiguiendo así que el artículo se mantenga aburrido. Cuando no se sepa qué artículos citar siempre podéis recurrir a vuestros propios trabajos aunque estos no estén realmente relacionados con las afirmaciones del texto.

Quizás esta sea otra de esas recomendaciones que sí o sí todos siguen. Dependiendo del formato con el que se introduzcan las citaciones esto puede llevar a que un párrafo de 3-4 líneas se convierta en un infierno de más de 10-15 líneas de texto perdido entre los nombres de autores y años de publicación. Perder el hilo del texto entre cita y cita es algo bastante frustrante y aunque la mayoría de publicaciones añaden las citas como superíndices o números entre paréntesis, no son pocas las que utilizan el formato ([Nombre del primer autor], [Año de publicación]) con lo que no sólo se dificulta la lectura sino que además puede complicar incluso encontrar la referencia en la lista de bibliografía, cuando un mismo autor ha publicado más de un artículo el mismo año (suele venir indicado con letras a-z después del año).

Así pues ya tenéis todo lo que necesitáis saber sobre la escritura científica, tanto si queréis que vuestros artículos sean aburridos como si queréis que, al menos, sean comprensibles y agradables para el lector. Lo cierto es que durante los últimos 50 años los artículos científicos han aumentado mucho su complejidad, como si quisieran crear un microclima “sólo apto para expertos” en cada una de las materias. Ya en 1992 se publicaba un artículo en Nature mostrando esta evolución; cómo las grandes publicaciones científicas habían pasado de un nivel de escritura similar a los periódicos (considerando el estándar) a niveles de complejidad mucho mayor. Aunque el conocimiento sea cada vez más concreto y  abarque ámbitos más detallados, no debería limitarse su comunicación añadiendo artificialmente una complejidad que, en ocasiones, no es proporcional a la del área de investigación.

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