En la primera
entrada de esta serie de blogs empezamos a hablar de las bacterias del
ácido láctico y en
la segunda vimos algunos de sus beneficios como probióticos. En esta
tercera y última entrada vamos a ver una de las promesas más interesantes que
se están investigando hoy en día: su uso
como vectores profilácticos o terapéuticos, especialmente como vacunas.
La semana pasada acabamos el blog diciendo que había una
relación entre este grupo de microorganismos y el sistema inmune del individuo.
¿Y cómo se da esta relación? Después de la ingesta, estas bacterias se exponen
a las duras condiciones del sistema digestivo (como la extrema acidez del
estómago), pero aun así llega cierta
cantidad bacterias vivas al intestino. De hecho, algunas especies de
lactobacilo (miembro de este club) se encuentran entre otros microorganismos propios
de la microbiota o flora intestinal. Por el contrario, otras especies de
bacterias del ácido láctico, como Lactococcus
lactis, no poseen la capacidad para residir en el intestino humano y acaban
siendo expulsado con las heces.
En las mucosas del aparato digestivo hay una intensa actividad del sistema inmune,
continuamente controlando el contenido de la luz del tubo digestivo. Esto
incluye no solo los alimentos que están siendo digeridos, sino que también
todos los microorganismos inofensivos de la flora intestinal y, en algunos
casos, agentes patógenos contra los que hay que activar alguna respuesta
defensiva (como por ejemplo el Rotaovirus que vimos en la última entrada). El
sistema inmune se balancea entre generar
esta respuesta y mantener una tolerancia contra lo que no es peligroso. Es
en este equilibrio donde se mueven las bacterias del ácido láctico.
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Esquema de la interacción entra bacterias láctias y sistema inmune en el aparato digestivo. Más información aquí. |
Los microorganismos inocuos generan una pequeña respuesta
por sí mismos, por ejemplo la generación de anticuerpos secretados (IgA). Pero
si expresan un antígeno recombinante, éste puede generar una mayor respuesta. Y
ésta es una de las bases de estas vacunas: presentar
el antígeno directamente en las mucosas. El uso de bacterias del ácido
láctico como vehículos vacunales se basa en el precedente de usar como vehículos patógenos atenuados. Pero el
primer grupo de bacterias presenta una mayor
seguridad como mejoría.
Las bacterias lácticas han sido estudiadas como vectores
vacunales y han dado
resultados positivos
de protección de contra diferentes enfermedades, incluyendo los patógenos:
Tetanus, Streptococcus pneumoniae, virus del papiloma y HIV. En los
diferentes estudios se daba una respuesta inmune que variaba mucho de un caso a
otro: respuesta humoral con más o menos anticuerpos de cada isotipo y
diferentes respuestas celulares (variando la respuesta éntre las diferentes
clases de linfocitos CD8 i de CD4). Esta respuesta varía según muchas variables
como la cepa del vector y el antígeno que se presenta, pero además se puede
dirigir gracias a
otras estrategias como
la coexpresión de citoquinas
o vehiculando ADN en vez del antígeno directamente.
Aun así estos resultados se ven limitados porque todos se han dado en modelo animal. Y
es que, como vacunas, las bacterias del ácido láctico no han llegado a pruebas
clínicas en humanos. Uno de las razones podría ser la falta de sistemas de contención de estos microorganismos
modificados genéticamente. Es decir, que no tenían ningún sistema para evitar
que se liberasen a la naturaleza.
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En esta tabla se muestran diferentes aplicaciones que se dan a los diferentes productos presentados por bacterias del ácido láctico. Más información aquí. |
Pero por suerte ha habido un caso donde una bacteria láctica
modificada genéticamente sí
se ha
probado en fases clínicas en humanos. No me he contradicho, porque no es
una vacuna. Se trata de una cepa de
Lactococcus
lactis con el gen humano de una citoquina (la interleucina-8) con la que se
estudia tratar la
enfermedad
inflamatoria intestinal (sistema patentado bajo el nombre comercial de
Actobiotics). En este caso no hablamos de un uso profiláctico (es decir, como
vacuna) sino de un
uso terapéutico.
Dicha cepa sí tiene un sistema de contención (basado en la delección del gen de
la
ThyA), y el hecho de
haber llegado a fases clínicas da esperanza a que vayan a llegar otros casos.
Éstos no solo son como vacunas (lo acabamos de ver) sino que también tratar
otras males,
como enfermedades
inflamatorias y alergias (la tolerancia a los alérgenos se puede conseguir
cambiando la respuesta inmune que se da hacía estos) Un caso muy interesante es
en el que se lograba la
prevención de
caries dental vía a un
Lactobacillus
zeae que, desde la boca, secretaba un anticuerpo contra el causante de las
caries (
Streptococcus mutans).
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