Demasiado Muy a menudo se tiene a pensar que la Ciencia y los científicos viven enclaustrados en su Torre de Marfil, focalizados en sus investigaciones y que se olvidan de lo que les rodea. Yo, aunque ciertamente creo que aquellas personas que dedican su vida laboral - y al final, su vida en general - a investigar tienden a encerrarse en esas torres, también me gusta ver las vías de escape que tienen muchos científicos y cómo en general, estas vías de escape pertenecen a campos mucho más bohemios, más artísticos. Nada que ver con el mundo de la precisión y la concreción de la que vienen. Nada que ver con estadísticas, con enes, con A es B y B es C. Tal vez, quién sabe, vivir permanentemente en el mundo de las ciencias exactas, requiere de un poco de inexactitud, de caos, de desorden, y este desorden lo encuentran en la literatura, en la música, en la pintura.
No hay un único caso. Podríamos empezar con la rama artística de Marie Curie, mujer de la ciencia en mayúsculas que no necesita presentación. Curie coqueteaba con la poesía y con la radioactividad. Y escribía poemas como éste:
¡Ah, cómo la
juventud del estudiante transcurre amargamente,
mientras que a
su alrededor, con eterna pasión lozana,
otros jóvenes
buscan ávidamente los fáciles placeres!
¡Y no obstante,
en su soledad
vive, oscura y
feliz,
pues en su
celda halla la fuerza
que hace
inmenso el corazón!
Mas el tiempo
bendito se esfuma,
pues debe
abandonar el país de la ciencia
para luchar por
su pan
en los grises
caminos de la vida.
…Y muy a
menudo, el espíritu fatigado
vuelve bajo los
techos
de este rincón
siempre amado por su corazón,
en donde
albergaba la labor silenciosa
y en donde
quedó un mundo de añoranzas.
Como observaréis, su poesía habla de una realidad posiblemente vivida por ella: la de ser una estudiante de ciencia entregada con su investigación. Queda claro que, si bien el científico escapa de su Torre de Marfil, las temáticas las sigue monopolizando su mayor labor: la Ciencia.
Hay más poesía. Me gusta especialmente esta de David Joe, doctor en física cuya actividad laboral oscila entre la Ciencia y la Literatura. Este poema finge ser Santiago Ramón y Cajal el día en que consiguió observar las neuronas por primera vez, en la Barcelona del 1888.
"Ni cables
ni vasos: células,
una tras otra,
una al lado de otra.
Células como
árboles, como pirámides,
como columnas,
como mariposas, como redes,
a contraluz en
el microscopio.
Células
próximas pero separadas
por unos
minúsculos espacios que veo por primera vez
ahora,
después de
tanto buscarlos
en tantos
tejidos, con tantos colorantes:
células
-neuronas-, espacios -sinapsis-
(los nombres
vendrán más tarde),
células como
astros
en un universo
de laberintos y de memoria.
Aquí la materia
hace los saltos más prodigiosos:
los sentidos,
los instintos,
la memoria,
la
inteligencia.
Aquí la materia
se vuelve
deseo,
angustia, voluntad.
Entraré en este
bosque mágico
que sé teñir de
incendio, de otoño o primavera,
habitaré en
este paisaje de rayos invisibles,
de canales que
se abren y se cierran,
y seré el
astrónomo de este cielo interior
y el leñador de
esta espesura de electricidad y de música."
Sorprenden las múltiples referencias científicas a la morfología y las funciones de las neuronas, así como a la parte más técnica de la tinción histológica. Detalles de este tipo solo podrían ser descritos por alguien que procede del mundo de la ciencia.
Siguiendo con la literatura y con Santiago Ramón y Cajal, el investigador también tenía dotes para escribir. Muestra de ello es su relato El pesimista Corregido, escrita en 1905, un año antes de recibir el Nobel. Este es el principio:
“Juan Fernández, protagonista de esta historia, era un doctor
joven, de veintiocho años, serio, estudioso, no exento de talento, pero
harto pesimista y con ribetes de misántropo. Huérfano y sin parientes,
vivía concentrado y huraño en compañía de una antigua ama de llaves de
su familia. Hacia la época en que le enfocamos se habían recrudecido en
nuestro héroe el asco a la vida y el despego a la sociedad. Descuidaba
la clientela y el trato de los amigos, que le veían de higos a brevas, y
pasaba su tiempo enfrascado en la lectura de obras cuya tonalidad
melancólica casaba bien con el timbre sentimental de su espíritu. Agrada
saber al desdichado que no estrenó la desdicha y que su menguado
concepto del mundo y de la vida halló también asilo en cabezas fuertes y
cultivadas. Compréndese bien por qué Juan se solazaba y entretenía en
la lectura de Schopenhauer y Hartmann, del antipático y vesánico
Nieztsche y del adusto y profundo Gracián. Y el orgullo de coincidir con
la opinión de tan calificados varones prodújole, a ráfagas, algún
consuelo, a cuyo fugitivo calor sentía deshelarse parcialmente el lago
glacial de su voluntad y aliviarse un tanto su dolorosa laxitud de
espíritu y de cuerpo. Para el infortunado Fernández, la vida era una broma pesada y
sin gracia, dada por la Naturaleza sin saber por qué ni para qué; el
entendimiento era rudimentaria máquina de calcular, que se equivoca en
todas las arduas operaciones; nuestro saber, libro viejo, lleno de
tachones y lagunas, y cuya fe de erratas tiene más hojas que el texto;
los sentidos, rudimentarios y pueriles aparatos de física, sin alcance
ni precisión, buenos tan sólo para ocultarnos las infinitas
palpitaciones de la materia y los innumerables enemigos de la vida; el
corazón, bomba frágil e indisciplinada que se agita intempestiva y
dolorosamente en los trances difíciles, anublando la inteligencia y
paralizando nuestras manos, y, en fin, la voluntad, algo así como vilano
aéreo, fluctuante y a merced de leve ráfaga de viento y que comete la
tontería de tomar su movilidad por libertad…”
Pero además de la literatura hay más vías de escape. Sin ir muy lejos, Chris Hadfield, escapa de sus labores científicas en el espacio con la música. Para aquellos que todavía no conozcan a Chris Hadfield, es un astronauta con tres misiones espaciales a sus espaldas. La última, el 19 de diciembre de 2012, fue en el Soyuz TMA-07M dirección a la Estación Espacial Internacional (ISS). Fue precisamente desde allí, desde el espacio, desde donde nació una estrella nueva, valga la metáfora: el propio Hadfield.
Ya alguna vez había tonteado con la guitarra y había deleitado a sus múltiples seguidores de Twitter y de su canal de Youtube con alguna que otra canción como esta que compuso con Ed Robertson llamada Is Somebody Singing (que claramente hace honor a las iniciales de ISS) que pretendían interpretar luego desde el espacio. Ahí va la versión en la Tierra:
Y efectivamente, cuando Chris llegó a la ISS, la reinterpretaron, esta vez, Ed Robertson en la Tierra y Hadfield en el cielo:
Finalmente, Hadfield decidió dedicar a sus seguidores (cerca de un millón en Twitter) su versión de Space Oddity de David Bowie como regalo de despedida, pues el 12 de mayo regresó a la Tierra. La podéis disfrutar aquí:
Por último, en este repaso de las vidas artísticas paralelas de algunos científicos, no podíamos olvidarnos del arte por excelencia, la pintura, y del mayor representante de este perfil científico-artístico: Leonardo da Vinci. Y es que como la inmensa mayoría conocéis, da Vinci pasó a la historia por sus archifamosos cuadros "La última cena" y "La Gioconda".
Pero además de pintor, da Vinci fue científico. Hizo ciencia. Hizo dibujos sobre anatomía de una precisión exquisita para la época, anotaba observaciones sobre el movimiento del agua e incluso el movimiento de los pájaros al volar. Y además, explotaba su faceta más ingeniera diseñando todo tipo de artefactos, con especial interés en los voladores y creó el Tornillo aéreo en 1486, considerado el antecesor del helicóptero.
El caso de Leonardo tal vez no termine de ser el de utilizar el arte como vía de escape; más bien fue al revés. Leonardo abandonó el arte por la Ciencia porque la descubrió tarde y, cuando lo hizo, le ocupó todo el tiempo que disponía.
Sea como sea, queda bastante claro que el mundo artístico no está reñido con el mundo científico y que, muchos científicos utilizan el arte como vía de escape.